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En esta obra el Padre Jorge Humberto Peláez, comparte la recopilación de sus homilías bajo el título "La palabra de Dios ilumina nuestras vidas", una herramienta pastoral al servicio del ministerio de la Palabra.
Con un Doctorado en Teología Moral en la Pontificia Universidad Gregoriana, de Roma, en 1981, se vinculó a la Pontificia Universidad Javeriana, 20 años en Bogotá y ajusta 11 años en Cali, donde ha ejercido la docencia y ha ocupado diversos cargos administrativos como Decano, Vicerrector Académico y Rector.
Dominicalmente el Padre Peláez, desde hace 9 años ha sido el encargado de las homilías de las seis de la tarde en el Templo Votivo Sagrado Corazón en el barrio Centenario al Norte de Cali, y se han constituido en el guía espiritual para muchas familias de la ciudad y estas homilías son el fundamento de su nueva obra literaria, consistente en tres libros y titulada, La palabra de Dios Ilumina Nuestras Vidas , según este sacerdote “ la motivación que he tenido al prestar este servicio eclesial: conectar la vida diaria de los fieles - sus gozos y esperanzas, tristezas y desafíos – con la Palabra de Dios, de manera que encuentren en ella la fuerza para construir una sociedad más humana e incluyente”.
Además añade: “En este servicio a la Palabra, he buscado siempre la sencillez en el lenguaje y la claridad pedagógica, para que al regresar a sus hogares puedan recordar el mensaje que les ha transmitido la liturgia dominical y ponerlo en práctica”.

Cuando escribo el título “Dios en la creación” pienso en Dios Espíritu santo. Dios es “el enamorado de la vida”, y su Espíritu está en todas las criaturas. Para entender esto he abandonado las viejas distinciones de la teología basadas en los tres artículos del credo de los apóstoles, y he ensamblado en clave trinitaria estos tres artículos de forma que me permitan desarrollar una doctrina pneumatológica de la creación. Esta doctrina, que arranca de la inhabitación del Espíritu divino en la creación, debe aportar puntos de partida para el diálogo con filosofias de la naturaleza integrales, no mecanicistas, tanto antiguas como modernas.
El subtítulo de esta obra llama a esta doctrina de la creación doctrina ecológica de la creación. Con ello queremos apuntar ante todo a la “crisis ecológica” de nuestro tiempo, y a la mentalidad ecológica que debemos aprender con toda urgencia. Pero, en un sentido más profundo, pretendo aludir al simbolismo de habitar y casa, utilizado en este libro. Por su ascendencia griega, ecología significa tratado de la casa (oixos). ¿Qué relación existe entre la doctrina cristiana de la creación y el “tratado de la casa”? Si nos fijamos sólo en un creador y en su obra, no existe lazo alguno. Pero si entendemos en clave trinitaria al Creador, su creación y la meta de ésta, entonces el Creador habita, mediante su Espíritu, en la creación entera y en cada una de sus criaturas; y la mantiene viva y unida gracias a su Espíritu. El misterio íntimo de la creación es esa inhabitación de Dios, como el misterio íntimo del sábado de la creación es el descanso de Dios. Si nos preguntamos por la meta y futuro de la creación, topamos, en último término, con la transfiguradora inhabitación del Dios trino en su creación, que se convierte asi en un nuevo cielo y en una nueva tierra (Ap 21), y nos encontramos con el sábado eterno de Dios, en el que toda la creación alcanza la bienaventuranza. El misterio divino de la creación es la schekiná (inhabitación de Dios). Y la meta de la schekiná es convertir toda la creación en casa de Dios.

En este ciclo de catequesis el Santo Padre Benedicto XVI se interesa por los orígenes de la Iglesia e ilustra su estructura esencial, que el paso del tiempo no ha alterado ni desgastado. La antología se abre con una serie de catequesis relativas al misterio de la Iglesia, y se detiene en la institución de los Doce y en su ministerio de comunión y de verdad. Su parte central –y más densa- está dedicada a la presentación de los apóstoles, con las características peculiares de cada uno, su experiencia personal al lado de Jesús y los sucesos destacados de sus vidas. Estas reflexiones sobre la Iglesia primitiva se completan con los perfiles de otros personajes relevantes, hombres y mujeres que “brillan como estrellas de primera magnitud en la historia de la Iglesia”.
El volumen acompaña al lector por un ideal “recorrido por los testigos del cristianismo naciente que mencionan los escritos neotestamentarios”. Un itinerario articulado en treinta y una etapas, que reúne las catequesis pronunciadas por el Sumo Pontífice durante las audiencias generales en el arco de un año: desde el miércoles 15 de marzo de 2006 hasta el miércoles 14 de febrero de 2007. Su Santidad nos introduce así en un conocimiento más directo de los apóstoles y de otros personajes importantes de la Iglesia primitiva. A ellos Jesucristo les confió un depósito de verdad vivo y siempre actual. Los creyentes del tercer milenio podrán, a través de la lectura y reflexión de lo que escribe el Sucesor de Pedro, comprender más y mejor que el Señor “conduce a su Iglesia, generación tras generación, sirviéndose indistintamente de hombres y mujeres que saben sacar fruto de su fe y de su bautismo por el bien de todo el Cuerpo eclesial, para mayor gloria de Dios”.

 

Usar un método histórico no significa estudiar la historia por simple curiosidad de erudito. Cuando el autor comenzó a enseñar, hace pocos años, era la época en que se abandonaba el sistema de las tesis escolásticas y en que el positivismo teológico parecía la gran panacea. El gran método había de ser exponer la Biblia y los Santos Padres. Hasta que un buen día, al acabar uno de los primeros cursos, un alumno, que hoy corre por algún lugar de América Latina sorteando dictaduras de derechas, se permitió la siguiente crítica: "Nos has expuesto lo que creyó san Pablo, y lo que creyó san Justino y lo que creyeron los cristianos de antes. Podías habernos dicho también qué es lo que hemos de creer los cristianos de hoy." Era muy fácil dar una respuesta escapista y verdadera: uno no tiene la asistencia del Espíritu Santo para eso. Pero, sin embargo, la crítica tenía buena parte de razón y había puesto el dedo en la llaga. Por ello conviene advertir que el pasado no va a ser leído en esta obra de manera asépticamente neutral o simplemente erudita. Está leído "interesadamente", y no hay recato en confesarlo: porque es grande el interés en responder a aquella cuestión, con fidelidad al ayer y con lealtad al hoy. Se ha intentado hasta el máximo el leerlo con objetividad. Pero sabiendo que no existen más objetividades que las poseídas por sujetos; los cuales preguntan y sufren y progresan, interpretan, necesitan y dan. Y por ello, mal que bien, al leer se interroga, se subraya, se selecciona, se aprende y se intenta sacar, del en-sí del ayer, el para-nosotros del hoy.

El Único Dios Verdadero es un libro medio único, con la intención no sólo de enseñar la verdad, sino también de llevar al lector a un encuentro con el Dios vivo. De acuerdo con este objetivo, el libro trata de establecer a los creyentes en la teología cristiana ortodoxa y el contenido real de la Biblia. En este estudio los estudiantes son animados a llegar cuidadosamente a sus conclusiones a la luz de las Escrituras en lugar de sólo absorber a los principios, inferencias e ilustraciones dados por el autor. Por esta razón, el libro incluye muy poco de ese tipo de material y en su lugar se centra en digerir las Escrituras directamente.
A través de un estudio guiado por las propias palabras de Dios, y organizado por diversos temas sistemáticos, el libro demuestra sistemáticamente la naturaleza de Dios. De esta manera el lector es establecido sobre una base firme y fácilmente se percibe la centralidad y la alta autoridad de la doctrina bíblica dentro de la vida cristiana. Es la convicción del autor que el estudio de la doctrina es a la vez una disciplina intelectual y devocional. Por lo tanto los estudiantes son guiados a través del estudio a analizar y aplicar las verdades que aprenden, meditando en las demandas de las Escrituras para su corazón y la mente. El libro nos coloca de lleno en el centro del material y exige de nosotros pensar seriamente acerca de cómo debemos vivir ante Dios.
El Único Dios Verdadero es especialmente adecuado para los siguientes contextos: (1) la formación doctrinal de los nuevos conversos, (2) estudios bíblicos de universitarios o adultos, (3) el estudio privado, (4) material para escuelas cristianas o para la educación de los hijos en la casa, (5) Material para la escuela dominical, (6) una ayuda a los padres para la enseñanza de la Palabra de Dios a sus hijos.

 

¿Qué es el cristianismo? Para responder a esta pregunta nada mejor que centrarse en uno de sus textos fundamentales, el credo, en el que la comunidad cristiana ha sintetizado su fe y a través del cual la proclama.
Siendo un texto fijado en los albores del cristianismo, se hace necesario entender bien qué se quiso decir y cuáles fueron el contexto y el trasfondo en los que nace. Pero por ser expresión viva de la fe, ha de ser sometido a una constante reinterpretación para que sus fórmulas sean inteligibles a los creyentes de cada época. El equilibrio entre la fidelidad a algo recibido en el seno de la Iglesia y la actualización de su contenido es una exigencia que atañe no sólo a la teología, sino a la vida de fe de todo creyente.
Joseph Ratzinger (Marktl am Inn, Baviera 1927) estudió en Freising y en la Universidad de Múnich. Sacerdote en 1951, ejerció como profesor de teología fundamental en Bonn y de dogma e historia de los dogmas en Münster y Ratisbona. Arzobispo de Múnich y Freising en 1977, fue promovido a cardenal ese mismo año; ha sido durante muchos años prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe. El 19 de abril de 2005 es elegido papa, tomando el nombre de Benedicto XVI, y el 28 de febrero de 2013 hizo efectiva su renuncia como Sumo Pontífice.


 

Como es sabido, la Iglesia invita a todos los fieles para que recen la Liturgia de las Horas, y no sólo a los sacerdotes y religiosos que están obligados a su rezo. De este modo, todos los cristianos son llamados al mérito gozoso de hacer suya la oración de Cristo y de la Iglesia.
Esta invitación, que el Concilio Vaticano II realizó en forma de exhortación (SC 100), ha sido acogida, gracias a Dios, por muchos cristianos individualmente o en familia, y también por no pocos movimientos y grupos de laicos. Sirviéndose del Diurnal, bellamente impreso en lengua vernácula, lo más común es que estos fieles recen diariamente Laudes y Vísperas, que son “las Horas principales” (SC 89), y a veces también Completas. Pero es infrecuente que recen el Oficio de Lectura, para lo que necesitarían más tiempo y la edición oficial de las Horas en cuatro tomos. Y ésta es igualmente la situación de muchas religiosas, no obligadas al rezo completo del Oficio divino.
Pues bien, es una pena que unos y otros se priven así de la lectura de la Biblia y de los Padres, tal como viene diariamente ofrecida por la Liturgia eclesial. Es como si vivieran junto a los jardines de un parque muy hermoso, cuya puerta les estuviera cerrada. Estas lecturas espirituales son, en efecto, una antología difícilmente superable de textos de la Sagrada Escritura y de la Tradición eclesial. Como lectio divina, constituyen ese pan salido de la boca de Dios, que da cada día a los fieles luz y vida.

A raíz de la publicación de mi anterior cristología (La humanidad nueva, Madrid J975), recibí varias veces y desde orígenes diversos el ruego insistente de hacer una reedición más sencilla, menos pretenciosa, reducida a menos de la mitad de su volumen, liberada de notas o de aparatos científicos, y desprovista de referencias históricas, de minuciosidades exegéticas y de discusiones académicas. “Simplemente positiva y expositiva”, se me decía.
Es posible que los autores de aquella sugerencia anduviesen cargados de razón. Pero es aún más seguro que nunca tendré ánimos para llevarla a cabo. Los propios textos —no sé si por aquello del desengaño de la paternidad— te dejan traumatizado y alérgico, e incapaz de volver a poner las manos sobre ellos.
Este libro puede ser otra manera de responder a la petición citada. No es una vulgarización del anterior, sino más bien un complemento al anterior u otro intento menos pretencioso que el anterior. Busca puntos nuevos, o busca tocar los temas ya tratados, desde enfoques que no fueron abordados en el anterior. Ambos se podrían fundir, pero ambos tienen también —de acuerdo con los tiempos y lugares en que escribimos— su “plena autonomía”. Si el anterior había nacido de cursos académicos, éste recoge una serie de charlas repetidas por esos mundos de Dios y de los hombres, y en las que puse cierto empeño por no repetir lo ya publicado, salvo en las rápidas alusiones estrictamente inevitables.
Al ponerlas por escrito he completado a veces el texto, pero he preferido conservar el estilo oral en el que habían nacido, aun con sus repeticiones, su tono coloquial y sus apelaciones directas.

La presente obra no es ni un comentario, ni una síntesis que se pretenda exhaustiva sobre este u otro punto de la doctrina del Señor. Apunta menos alto, aunque quizá más profundo. Y esta profundidad, a dos niveles. Un primer tipo de lector sacará sin duda de algunos textos evangélicos una mayor comprensión teológica y espiritual; habrá podido experimentar, como en un laboratorio, la solidez y fecundidad del método empleado; y así luego podrá abordar los comentarios con mayor confianza y con mirada más perspicaz. Otro lector, el que desea estudiar, podrá obtener aún más: aprender un método de análisis literario que le permita en seguida trabajar por sí mismo otros pasajes. ¿Habrá sabido nuestro libro evitar el despliegue de un enojoso tecnicismo, así como el riesgo de una vulgarización sin valor educativo? Nos daríamos por satisfechos de nuestra tarea, si hubiésemos contribuido a que todos nuestros lectores puedan dominar ciertos fextos y lograr así con mayor facilidad una más profunda inteligencia de la revelación multiforme de la buena nueva.
Habíamos pensado agrupar sencillamente algunos artículos, ya publicados en revistas u obras de carácter colectivo. Comenzado el trabajo, pronto comprendimos que no bastaban unos simples retoques. Si nuestro propósito era el de ofrecer una auténtica iniciación, estos estudios, que en gran parte habían sido redactados para un público de especialistas, debían refundirse enteramente. Era necesario aproximarse primeramente al fiel y marchar a su paso para intentar ascender con él hacía las altas regiones en que sopla el Espíritu.
Quiere esto decir que nuestros estudios van dirigidos en primer lugar a los no especialistas. Los exegetas descubrirán, leyendo entre líneas, ciertas hipótesis críticas que no siempre compartirán; al menos esperamos que sean sensibles al esfuerzo pedagógico que ha sido realizado para facilitar el acceso al mensaje evangélico. Nos dirigimos sobre todo a aquéllos que sienten la necesidad de adquirir una cultura evangélica sólida.

Consideramos como "religiones mundiales" las cinco religiones o sistemas religiosamente determinados de ordenamiento de la vida que han logrado captar multitudes de fieles. En el rubro de las religiones mundiales entran las éticas religiosas confuciana, hinduista, budista, cristiana e islámica. También examinaremos una sexta religión, el Judaísmo. Lo haremos, pues presenta condiciones históricas previas que son fundamentales para la inteligibilidad del cristianismo y del islamismo y porque tiene una significación histórica independiente en la evolución de la moderna ética económica en Occidente, una significación en parte auténtica y en parte presunta, sobre la cual se ha polemizado mucho últimamente. Nos referiremos a otras religiones cuando resulte necesario para determinar conexiones históricas.
Paulatinamente iremos clarificando el sentido de lo que denominamos "ética económica" de una religión. Esta expresión no alude a las teorías éticas inferibles a partir de los tratados teológicos, ya que éstos, a pesar de su importancia en ciertas circunstancias, no pasan de ser meros instrumentos de conocimiento. La expresión "ética económica" alude a las tendencias prácticas a la acción que se basan en el nivel psicológico y pragmático de las religiones.

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