Pero ¿qué es en realidad el cristianismo? ¿Existe de verdad el cristianismo y no sólo diversos cristianismos, el cristianismo ortodoxo oriental, el cristianismo católico-romano, el cristianismo protestante reformista, por no mencionar las innumerables sectas y agrupaciones cristianas? Admitámoslo desde un principio: lo que el cristianismo es, desata sentimientos muy contradictorios en todo el mundo. ¡Hay que ver cuántos se autocalifican de cristianos! Incluso los cristianos mismos sienten un profundo malestar. ¡Hay que ver cuántas instituciones, partidos y acciones, cuántos dogmas, normas jurídicas y ceremonias llevan la etiqueta “cristiano”! ¡Y con cuánta frecuencia a lo largo de la historia se ha descuidado, malgastado, incluso traicionado lo cristiano! Con cuánta frecuencia precisamente también las Iglesias lo descuidaron, desperdiciaron, hasta lo traicionaron. En lugar de cristianismo, sólo eclesiasticismo. En vez de sustancia cristiana y de espíritu cristiano, sistema romano, fundamentalismo protestante o tradicionalismo ortodoxo.
Y sin embargo, aún más que el judaísmo, el cristianismo ha seguido siendo un poder espiritual presente en todos los continentes; a pesar de todas las amenazas mediante la represión en el Oriente otrora comunista o mediante el consumismo en el secularizado Occidente. Es con mucho la mayor de las religiones mundiales, y no pudo ser aniquilada ni por el fascismo y nacionalsocialismo ni por el leninismo, estalinismo y maoísmo. Y aunque muchos cristianos ya no saben qué hacer con su eclesiasticismo, sin embargo no desearían abandonar el cristianismo. Más bien, querrían saber qué significa, qué podría significar “cristianismo”. Desearían recibir nuevos ánimos; ánimos para ser cristianos también hoy. Precisamente a eso querría ayudar este libro con toda su crítica, y apoyar así a las fuerzas reformistas en todas las Iglesias.
Porque también para mí el cristianismo sigue siendo el terruño espiritual, a pesar de todas la experiencias con la inmisericordia del sistema romano. Y tal vez la exposición del cristianismo por un cristiano comprometido es incluso más interesante que la descripción “neutral”, científico- religiosa o experta en religiones o que la cínica denuncia o caricatura anticristiana. No, no he abandonado la esperanza de que también en el tercer milenio se pueda vivir de forma creíble —creyente y crítica a la vez— la fe cristiana, con convincentes contenidos de fe, sin toda la rigidez dogmática, y con orientaciones éticas depuradas de toda tutela moral. La cristiandad tiene que hacerse más cristiana; no es otra la perspectiva de futuro también para el tercer milenio. El sistema romano, el tradicionalismo ortodoxo y el fundamentalismo protestante son manifestaciones históricas del cristianismo. No han existido siempre, y un día llegarán a desaparecer. ¿Por qué? ¡Porque no forman parte de la esencia del cristianismo!
Pero si la cristiandad debe hacerse de nuevo más cristiana, la conversión será necesaria: una reforma radical que vaya más allá de una psicologización o remitificación del cristianismo. Una reforma es “radical”, “va a la raíz”, sólo cuando hace que lo esencial resplandezca de nuevo. Pero ¿qué es lo esencial del cristianismo? Aquí no es lícito invocar sólo vivencias religiosas y ahorrarse todo el trabajo racional. Aquí hay que abordar con todos los medios las siguientes cuestiones: ¿Qué es en realidad lo que da cohesión a todas las Iglesias cristianas tan diversas y diferentes, a todos los siglos cristianos, tan distintos? ¿Existe —a pesar de todos los abusos y violaciones— algo así como una reconocible esencia del cristianismo a la que se podría recurrir en las diversas Iglesias? Muchos y contradictorios libros se han escrito al respecto. Este libro recoge lo que expuse con amplitud, ya en 1974, en Ser cristiano. Porque sin una reconsideración de sus orígenes orientadores en la Biblia, su documento fundacional, de su figura originante, Jesucristo, no es posible responder a la pregunta acerca de la esencia del cristianismo. Jesús como el Cristo es figura básica y motivo original de todo lo cristiano. Sólo desde él como la figura conductora central recibe su identidad y relevancia el cristianismo.
Pero al mismo tiempo este libro es una continuación de Ser cristiano y se adentra en la historia de la teología y de la Iglesia. Porque sin un examen crítico de la tradición eclesiástica en sus diversas acuñaciones confesionales es imposible obtener una respuesta a la pregunta sobre lo cristiano verdaderamente auténtico en la bimilenaria y dividida historia de la cristiandad. El criterio para lo cristiano no es el cristianismo existente en la realidad de cada época sino la proximidad y lejanía respecto de su origen, de su fundamento y centro.
De este modo habrá, pues, que intentar una rendición de cuentas crítica e histórica sobre veinte siglos de cristianismo. Soy consciente de que esto representa una empresa en extremo difícil. Y no pocos teólogos e historiadores la consideran lisa y llanamente imposible. Con todo, hay que intentar esta difícil empresa si no se quiere perder de vista por completo el conjunto del cristianismo, si se quiere entender el presente y desarrollar perspectivas para el futuro. Para decirlo de forma clara, este libro no es ni una descripción científico-religiosa de la historia del cristianismo ni una exposición sistemático-teológica de la doctrina cristiana. Afronta el reto de intentar una síntesis de ambas dimensiones, de la histórica y de la sistemático-teológica; de ese modo, es a la vez narración cristológica y argumentación objetivo-analítica. En este libro se narra una historia muy dramática y compleja, pero, al mismo tiempo, interrumpimos una y otra vez, de forma crítica, esa historia contemplándola desde el origen, y nos preguntamos por el precio que el cristianismo pagó en una determinada constelación paradigmática. Se formulan “preguntas para el futuro” que se desprenden siempre que una tradición cristiana se ha petrificado, incapacitándose así para la verdadera ecumenicidad. De esa manera, el libro está concebido en clave interdisciplinar porque hace saltar por los aires las “especialidades” mantenidas estériles, e intenta una visión multidimensional del cristianismo. Quiere ser, en el mejor sentido del término, un libro ecuménico, sustentado por la convicción de que las confesiones del cristianismo sólo podrán sobrevivir en el tercer milenio en el espíritu y en la figura de una verdadera ecumenicidad. Los cuatro grandes líderes eclesiales a los que he dedicado este libro abogan por esta perspectiva.
Pero sólo es posible osar una empresa de tales características porque con el análisis de paradigmas disponemos de un enfoque teórico y de un instrumental conceptual sobre los que he reflexionado ya en mis libros Teología para la posmodernidad: fundamentación ecuménica, Madrid, 1989 (ed. orig. 1987), y Proyecto de una ética mundial, Madrid, 31995 (ed. orig. 1990) y que se han demostrado del todo válidos para realizar el balance histórico en El judaísmo, Madrid, 1993 (ed. orig. 1991). Por eso podemos renunciar aquí a reconstruir de forma detallada la historia bimilenaria del cristianismo en sus diversas épocas y territorios con todas las distintas corrientes y personalidades conductoras. Cualquier manual de historia de la Iglesia aporta al respecto más datos que los suministrados aquí1. Pensar en paradigmas significa, más bien, entender la historia en sus estructuras dominantes con sus figuras acuñantes. Pensar en paradigmas significa analizar las diversas constelaciones globales del cristianismo, su nacimiento, maduración y anquilosamiento (aunque en una descripción breve). Pensar en paradigmas significa describir el perdurar de paradigmas endurecidos de forma tradicionalista en el presente.
¿Y para qué todo esto? Para comprender con mayor profundidad el presente. Lo que me interesa aquí no es el pasado en cuanto tal, sino cómo y por qué el cristianismo ha llegado a ser lo que es hoy —con respecto a cómo podría ser—. Lo específico de esta clase de historiografía no es una cronología pura, sino el ensamblaje de tiempo y problema.
Debimos renunciar a múltiples detalles interesantes, a anécdotas graciosas y a aspectos importantes a fin de conseguir la necesaria precisión de enfoque en la actitud histórica siempre cambiante. Mi esfuerzo debió concentrarse en elaborar en cada una de las grandes constelaciones globales o paradigmas — ya sea en el judeocristiano-apocalíptico (P. I), el helenístico-bizantino-ruso (P. II), el católico-romano medieval (P. III), el reformador-protestante (P. IV) o, finalmente, el moderno-ilustrado (P. V)—, sobre el trasfondo de la evolución histórica esbozada con brevedad, las condiciones, motivos y coacciones, las constantes y las variables, a fin de examinar y deslindar el paradigma contemporáneo en sus rasgos básicos. Y dado que los paradigmas precedentes no se extinguen con la llegada del nuevo, sino que siguen desarrollándose en paralelo con el paradigma nuevo, produciéndose posteriormente diversas interferencias, intersecciones más pequeñas son no sólo inevitables, sino del todo útiles.
Así, con este libro, se presenta el segundo volumen dedicado a “La situación religiosa de la época”, nacido en el marco del proyecto “No hay paz mundial sin paz religiosa”, promovido por la Fundación del Jubileo de Bosch y por Daimler-Benz-Fonds. Como en la exposición del judaísmo, también aquí parto de que un examen del cristianismo sólo es correcto si se persiguen a la vez dos cosas: Análisis de las fuerzas espirituales de una historia milenaria que influyen aún en el presente, es decir, un diagnóstico histórico-sistemático. Luego, éste debe conducir a prospectivas desde el presente analizado hacia las diversas opciones dadas en el futuro; con propuestas de solución práctico-ecuménicas. Por cierto que en el proceso del trabajo en este volumen se puso de manifiesto que la sola exposición de la historia y de las grandes tradiciones cristianas exigía ya esta extensión. Por consiguiente, la descripción del presente y de las expectativas de futuro deberá ser el objeto de un volumen ulterior.
Para comprender este libro es indispensable tener también presente que la concepción plasmada en este volumen es el producto final de un largo camino de reflexión. No es la primera vez que el autor de este estudio escribe sobre evoluciones históricas del cristianismo. Tras cuatro décadas de investigación teológica puede presentarse aquí una exposición de conjunto coherente. No se me tome, pues, a mal si en determinados capítulos hago referencia a libros anteriores a fin de apoyar y profundizar las aseveraciones hechas aquí.
Por último, es para mí importante señalar que este libro ha sido escrito en una universidad alemana, pero, por un “ciudadano del mundo”, en la medida de lo posible ante un horizonte universal. De ahí que me haya esforzado, según el período respectivo, en escribir también desde la perspectiva de otros países cuando partieron de ese país las fuerzas mutantes y acuñantes para una determinada constelación histórica. Es obvio que en este libro pudieron tratarse sólo de forma marginal los continentes extraeuropeos; no porque ellos sean menos importantes, ni por falta de espacio, sino porque de esos continentes —al menos en lo que respecta al cristianismo— sólo en las últimas décadas han provenido impulsos a los “tradicionales países” cristianos. Para mí, un claro signo (con otros) de que, tras la constelación eurocéntrica de la modernidad, hemos entrado en una constelación policéntrica (poscolonial y posimperialista) de una “posmodernidad” —o como se la llame— que comienza a perfilarse desde la I Guerra Mundial y se impone desde la II Guerra Mundial. Motivo suficiente para describir en el mencionado volumen futuro la influencia e importancia propia de los continentes extraeuropeos (África, Asia, América del Norte y del Sur, Oceanía). Pero de momento el proyecto con la anunciada trilogía dedicada a la situación religiosa de la época se cierra, como estaba previsto, con un volumen sobre el islam, que debe ser el inmediato siguiente si Dios quiere y vivimos...
Tubinga, julio de 1994
HANS KÜNG