La macrourbe moderna es una realidad compleja. Es un espacio vital lleno de contradicciones, expectativas y frustraciones.
Sus habitantes, a la vez testigos y protagonistas, la convierten en hábitat indeseable y a la vez amable. Por un lado es una tarea, y, por el otro, un desafío. Debido a su insaciable capacidad de concentración de lo mejor y de lo peor, tiene un enorme poder de influencia.
¿Qué hacer para servir pastoralmente a la urbe? ¿Cómo evangelizar en una realidad tan compleja? Si, como parece evidente, una pastoral con características rurales resulta inadecuada, ¡cuál ha de ser el rostro de una pastoral propiamente urbana?
La respuesta a éstas y otras preguntas es obviamente compleja. Iniciar y desarrollar una pastoral urbana implicada diversos retos. A ellos se enfrenta en este libro —primero de una serie— el equipo “Espacio de Pastoral Urbana”.