La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia. Como han indicado los Padres sinodales, a pesar de las numerosas señales de crisis del matrimonio, «el deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia». Como respuesta a ese anhelo «el anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia».
El camino sinodal permitió poner sobre la mesa la situación de las familias en el mundo actual, ampliar nuestra mirada y reavivar nuestra conciencia sobre la importancia del matrimonio y la familia. Al mismo tiempo, la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales. La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor claridad. Los debates que se dan en los medios de comunicación o en publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas.
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Paquete con 13 números de la revista Concilio, publicada en ocasión del Concilio Vaticano II. Todos los ejemplares están cargados en PDF y son descargables.
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Eminencia:
Al finalizar el encuentro de la Comisión para América Latina y el Caribe tuve la oportunidad de encontrarme con todos los participantes de la asamblea donde se intercambiaron ideas e impresiones sobre la participación pública del laicado en la vida de nuestros pueblos. Quisiera recoger lo compartido en esa instancia y continuar por este medio la reflexión vivida en
esos días para que el espíritu de discernimiento y reflexión “no caiga en saco roto”; nos ayude y siga estimulando a servir mejor al Santo Pueblo fiel de Dios.
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Muchas gracias, por la alegría que tienen, muchas gracias por el esfuerzo que han hecho, muchas gracias por el camino que se han animado a realizar, y eso se llama heroísmo. Hasta los más chicos pueden ser héroes, los más jóvenes, cuando vienen engañados o se equivocan, se levantan y son héroes y van adelante. ¡Sigan adelante! ¡Sigan adelante, así! No se dejen
vencer, no se dejen engañar, no pierdan la alegría, no pierdan la esperanza, no pierdan la sonrisa, ¡sigan así!
Y ahora les voy a dar una bendición a todos, le vamos a rezar a la Virgen, nuestra Madre, para que nos bendiga.
Ave María…
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La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.
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Francisco publicó el 26 de noviembre de 2013 su primera exhortación apostólica (documento pontificio) con motivo de la clausura del año de la fe y que llevará el nombre de "Evangelii Gaudium" ("La alegría del Evangelio").
Este documento pontificio, el segundo del papa argentino después de la encíclica "Lumen Fidei", escrita junto con el pontífice emérito Benedicto XVI, fue entregada simbólicamente, tras la misa de clausura del año de la Fe, a un grupo de 36 personas, representantes de los cinco continentes.
Los primeros en recibir el documento del papa argentino: un obispo, un sacerdote y un diácono procedentes de Letonia, Tanzania y Australia respectivamente.
Después fue entregada a un grupo de religiosos, a jóvenes confirmandos, a un seminarista, a una novicia, a una familia a catequistas y a otros representantes del mundo católico, mientras que una versión audio de la carta fue entregada a una persona ciega.
También se le dio a algunos artistas, "para subrayar el valor de la belleza como forma privilegiada de evangelización", explicó Fisichella.
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Misericordia et misera son las dos palabras que san Agustín usa para comentar el encuentro entre Jesús y la adúltera (cf. Jn 8,1-11). No podía encontrar una expresión más bella y coherente que esta para hacer comprender el misterio del amor de Dios cuando viene al encuentro del pecador: «Quedaron sólo ellos dos: la miserable y la misericordia»[1]. Cuánta piedad y justicia divina hay en este episodio. Su enseñanza viene a iluminar la conclusión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia e indica, además, el camino que estamos llamados a seguir en el futuro.
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