Nada susceptible de buen entendimiento será aquí rechazado. En este sentido, para una mayor verdad, quedan todas las puertas abiertas. Aquí se trata únicamente de que alguien, que está convencido del cristianismo, va a ensayar, sin triunfalismos ni lirismos teológicos, sin caer en escolasticismos de vieja factura ni hablar el chino de los modernos teólogos, una introducción fiel a la materia y acorde con los tiempos. Una introducción: al ser cristiano, esto es, no sólo a la enseñanza y doctrina cristiana, sino al ser cristiano, al obrar cristiano y conducirse en cristiano; sólo introducción, pues ser cristiano o no serlo es asunto personal de cada uno; una introducción, o sea, que no queda excomulgada ninguna otra distinta; por lo que, como contrapartida, también se espera un poco de tolerancia con ésta.
¿Qué pretensiones tiene entonces este libro que, de hecho, ha venido a convertirse en algo así como una pequeña “summa” de la fe cristiana? Pretende, dentro de la brusca transformación que han sufrido en esta época la doctrina, la moral y la disciplina de la Iglesia, detectar lo permanente: lo que distingue a la Iglesia de las otras religiones del mundo y de los modernos humanismos y lo que ella tiene en común con las demás Iglesias cristianas.
Pretende también, y a ello tiene el lector pleno derecho, poner de relieve con exactitud histórica y plena actualidad, de acuerdo con los resultados de las últimas investigaciones y, a la vez, en forma inteligible, lo decisivo y característico del programa cristiano para la praxis cristiana: lo que este programa significó originariamente, sin la capa de polvo y el lastre de dos mil años, y lo que este programa puede significar hoy, sacado a nueva luz, para quien quiera dar sentido y plenitud a su vida.
No un evangelio distinto, sino el mismo viejo evangelio, redescubierto hoy y para hoy.
El autor no ha escrito este libro porque se tenga él mismo por buen cristiano, sino porque considera que ser cristiano es algo muy importante. En un libro como éste se podría y, realmente, se debería trabajar hasta el fin de la vida. Y ni siquiera entonces podría darse por terminada la tarea. Sin embargo, dado que el libro puede, presumiblemente, desempeñar una función orientadora en la difícil situación actual de la Iglesia y la sociedad y entenderse a la vez como contrapunto positivo de otro escrito mío sobre la infalibilidad, es ahora, y no dentro de tres o treinta años, cuando debe aparecer.