A diferencia de otros fundadores de religiones, Jesús no dejo a la posteridad nada escrito. Su mensaje fue exclusivamente oral y se dirigió a todos los que quisieron oírle, especialmente al círculo restringido de sus apóstoles y discípulos, quienes a su vez lo transmitieron por la predicación a las primeras comunidades cristianas. Es a partir de la mitad del siglo I cuando este mensaje oral empieza a cristalizarse en la forma escrita que conocemos como evangelios. Dos de ellos los de San Mateo y San Juan fueron escritos por testigos directos de la predicación de Jesús; los otros dos los de San Marcos y San Lucas por testigos indirectos, que para ello recabaron la información de otros apóstoles. Cada uno de estos evangelios fue escrito, además para comunidades distintas (cristianos de procedencia judía, gentil o helenista), sin que por lo general traspasaran en punto a utilización y conocimiento los límites de esas comunidades hasta mucho tiempo después: solo a finales del siglo II tenemos constancia por el testimonio de Irineo de Lyon (Adv. haeres, III 1,8) de la validez general de los cuatro evangelios.
Lo que pretende este comentario al Evangelio según Lucas es desentrañar el significado del texto evangélico para los lectores del siglo xx. Durante sus diecinueve siglos de vida, los textos de Lucas han sido objeto de innumerables comentarios. Por eso, la sensación de todo nuevo comentarista es prácticamente la que ya experimentó el propio Lucas, como lo dice él mismo en el prólogo a su narración: «muchos han emprendido la tarea de componer un relato» semejante. Yo también, «después de haberlo investigado todo cuidadosamente», me he decidido a acometer esta misma empresa. Pero me resulta más bien difícil explicar en cuatro palabras cuáles son las características particulares de este comentario. Por eso, me voy a limitar sencillamente a exponer lo que he pretendido al comentar del texto Lucano. He procurado no perder de vista la idea de que el Evangelio según Lucas no es más que una parte de la obra en dos volúmenes escrita por el autor. Por consiguiente, al comentar un pasaje determinado, no dejaré de hacer continuas referencias tanto al libro de los Hechos como al resto de la narración evangélica.
Francisco publicó el 26 de noviembre de 2013 su primera exhortación apostólica (documento pontificio) con motivo de la clausura del año de la fe y que llevará el nombre de "Evangelii Gaudium" ("La alegría del Evangelio").
Este documento pontificio, el segundo del papa argentino después de la encíclica "Lumen Fidei", escrita junto con el pontífice emérito Benedicto XVI, fue entregada simbólicamente, tras la misa de clausura del año de la Fe, a un grupo de 36 personas, representantes de los cinco continentes.
Los primeros en recibir el documento del papa argentino: un obispo, un sacerdote y un diácono procedentes de Letonia, Tanzania y Australia respectivamente.
Después fue entregada a un grupo de religiosos, a jóvenes confirmandos, a un seminarista, a una novicia, a una familia a catequistas y a otros representantes del mundo católico, mientras que una versión audio de la carta fue entregada a una persona ciega.
También se le dio a algunos artistas, "para subrayar el valor de la belleza como forma privilegiada de evangelización", explicó Fisichella.
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