Tal vez, una de las señas más notorias de su identidad sea la dimensión internacional con la que ha querido proyectar siempre sus acciones de solidaridad y cooperación; al considerar que es en el escenario internacional –y su reconocimiento- donde se pueden alcanzar las cotas más altas, en términos de eficacia, de todo proyecto al servicio de los pueblos del Sur y sus problemas que, en definitiva, son los que asolan a la conciencia de la Humanidad.
El tiempo nos vino a dar la razón, y la comprensión de que “uno sólo es el mundo” y que, por tanto, buscar nuevos paradigmas para superar la crisis en la que éste está sumido supone partir de una visión global para hacerle frente –enfoque que iluminó los análisis de IEPALA a lo largo de las décadas de los 70 y de los 80-, se convirtió en cultura compartida en la década de los 90 con la eclosión de las Conferencias Mundiales (Educación, Yontien’90; Medio ambiente, Río’92; Derechos humanos, Viena’93; Población, El Cairo’94; Desarrollo social, Copenhague’95; Mujeres, Beijing’95; Hábitat, Estambul’96; Seguridad alimentaria, Roma’96; Clima, Kioto’98...+5, +10...).
Hoy, fruto del largo proceso recorrido, IEPALA se afirma en el trabajo serio, responsable y sin protagonismos; en la profesionalización de la acción; en la salvaguarda de los principios éticos; en la independencia de los poderes políticos, económicos o religiosos; y en la voluntad de ponerse, desde su subsidiariedad, al servicio de los pueblos del Tercer Mundo.
Las líneas de acción en las que se estructura su programa de trabajo vienen a ser la expresión concreta de todo esto; conscientes de que es difícil condensar en unas pocas palabras la razón ética de una trayectoria.