¿Cuál es, pues, la razón de que se escribiera un libro tan incómodo? Sencillamente, ese libro se escribió porque ya era hora de hacerlo. Nada en él está dirigido contra la persona del papa, cuyas buenas intenciones siempre he mirado con respeto. Pero ya es hora:
1. De emprender una seria desmitologización y desideologización de la autoridad docente eclesiástica, que libere a la Iglesia católica de ciertas presunciones, violencias e infidelidades antiguas y modernas de la teología y la administración romanas;
2. De sacar las oportunas consecuencias de los principios formulados por el Vaticano I I, que, bajo la inspiración de Juan XXIII, renunció conscientemente a formular definiciones infalibles, y que, en contra del dogmatismo tradicional, ha exigido y en parte practicado una orientación más constructiva del kerigma cristiano en nuestros días;
3. De iniciar con toda lealtad una protesta abierta contra la orientación de la política eclesiástica en la etapa posconciliar, que en muchos puntos (regulación de nacimientos, matrimonios mixtos, celibato, elección de obispos, Iglesia holandesa, credo) redunda en perjuicio de los hombres y de la Iglesia misma;
4. De intentar una solución a las dificultades fundamentales que desde hace 450 años se oponen a la reunificación ecuménica de las Iglesias;
5. De reflexionar nuevamente sobre la condición histórica de la verdad en la Iglesia; de posibilitar una fundamentación mejor de la fe cristiana; de llevar a cabo una adecuada renovación de la doctrina católica, y de hacer viable en todas las cosas la manifestación renovada del mismo Cristo a través de un sistema eclesial que, hasta ahora, muchas veces ha estado en contradición con su mensaje.
¿No merece todo esto la pena del compromiso y el riesgo calculado? Mi libro intenta construir. Sin duda resultará medicina amarga para algunos —que me lo echen en cara sin pasión—; pero tal vez sea provechoso a la Iglesia.
Y, para terminar, dos palabras sobre este pequeño volumen: por desgracia, mi amigo Karl Rahner no sólo no ha querido discusión alguna antes de la divulgación de su artículo, sino que incluso ha rechazado la proposición que le hice de que mi respuesta se publicara junto con las críticas de Lohrer, Lehmann y la suya propia. Yo no quisiera atribuirlo a miedo a la verdad o, por lo menos, a la discusión.
En todo caso, Rahner me ha forzado a elegir este camino de publicar separadamente mi respuesta.
Tubinga, Pascua de 1971
HANS KUNG