La obra quisiera ir dedicada a todos los condenados de la tierra. Especialmente a los condenados de nuestra sociedad española: a todos los pobres de quienes, en tiempos de la dictadura, muchos nos acordamos porque servían para hacer oposición, pero luego les hemos olvidado cuidadosa y pudorosamente porque el logro de nuestras reivindicaciones «burguesas» se asienta quizá sobre el fracaso de sus reivindicaciones humanas.

 

En el mundo de la lengua griega, en el que se predicó por primera vez el Evangelio y emergió la doctrina de la Trinidad, la permanencia y la estabilidad eran muy apreciadas. Pero la estabilidad no caracteriza ya nuestra cosmovisión. Pertenecemos a un universo en movimiento constante y con procesos emergentes.

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El artículo reproduce una conferencia del autor que se despide de la Facultad de Teología (católica) de la Universidad de Tübingen. En una larga y detallada introducción hace referencia a las tristes y penosas biografías de exegetas católicos del Nuevo Testamento, algunos profesores suyos y otros conocidos exegetas de habla alemana, que en la primera mitad del siglo XX fueron constreñidos a hacer de sirvientes de la teología con una labor solo filológica que dejaba la tarea teológica en manos de los teólogos dogmáticos.

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