A raíz de la publicación de mi anterior cristología (La humanidad nueva, Madrid J975), recibí varias veces y desde orígenes diversos el ruego insistente de hacer una reedición más sencilla, menos pretenciosa, reducida a menos de la mitad de su volumen, liberada de notas o de aparatos científicos, y desprovista de referencias históricas, de minuciosidades exegéticas y de discusiones académicas. “Simplemente positiva y expositiva”, se me decía.
Es posible que los autores de aquella sugerencia anduviesen cargados de razón. Pero es aún más seguro que nunca tendré ánimos para llevarla a cabo. Los propios textos —no sé si por aquello del desengaño de la paternidad— te dejan traumatizado y alérgico, e incapaz de volver a poner las manos sobre ellos.
Este libro puede ser otra manera de responder a la petición citada. No es una vulgarización del anterior, sino más bien un complemento al anterior u otro intento menos pretencioso que el anterior. Busca puntos nuevos, o busca tocar los temas ya tratados, desde enfoques que no fueron abordados en el anterior. Ambos se podrían fundir, pero ambos tienen también —de acuerdo con los tiempos y lugares en que escribimos— su “plena autonomía”. Si el anterior había nacido de cursos académicos, éste recoge una serie de charlas repetidas por esos mundos de Dios y de los hombres, y en las que puse cierto empeño por no repetir lo ya publicado, salvo en las rápidas alusiones estrictamente inevitables.
Al ponerlas por escrito he completado a veces el texto, pero he preferido conservar el estilo oral en el que habían nacido, aun con sus repeticiones, su tono coloquial y sus apelaciones directas.
Salvo en un capítulo que primero vio la luz como artículo, he hecho el esfuerzo más denodado por evitar todas las notas y facilitar al máximo la lectura rápida y cómoda. He salido de él relativamente airoso aunque no del todo: algunas se me han escapado. Las miro como notas “de Ogino”, las acepto como la fuerza de lo inevitable y sólo espero que no molesten demasiado al lector.
Al dar a la imprenta todas estas charlas, las quisiera dedicar expresamente a quienes fueron sus primeros destinatarios: a un público interesado y paciente de Valladolid, de Las Palmas, de México, de Zaragoza o de Barcelona, con quienes quizás se produjo un contacto real, pero fugaz y repentino, y un amago de comunicación en los que luego interpuso el tiempo su lejanía y el espacio su barrera. La dedicatoria es un recuerdo agradecido de veras.
Y el hablar de agradecimiento exige aún otra palabra: la de gratitud a Josep M." Rocafiguera que, por oferta espontánea, cargó sobre sí con toda la transcripción y corrección del manuscrito, con una paciencia como sólo puede tenerla un viejo socio del Barca...