Como es sabido, la Iglesia invita a todos los fieles para que recen la Liturgia de las Horas, y no sólo a los sacerdotes y religiosos que están obligados a su rezo. De este modo, todos los cristianos son llamados al mérito gozoso de hacer suya la oración de Cristo y de la Iglesia.
Esta invitación, que el Concilio Vaticano II realizó en forma de exhortación (SC 100), ha sido acogida, gracias a Dios, por muchos cristianos individualmente o en familia, y también por no pocos movimientos y grupos de laicos. Sirviéndose del Diurnal, bellamente impreso en lengua vernácula, lo más común es que estos fieles recen diariamente Laudes y Vísperas, que son “las Horas principales” (SC 89), y a veces también Completas. Pero es infrecuente que recen el Oficio de Lectura, para lo que necesitarían más tiempo y la edición oficial de las Horas en cuatro tomos. Y ésta es igualmente la situación de muchas religiosas, no obligadas al rezo completo del Oficio divino.
Pues bien, es una pena que unos y otros se priven así de la lectura de la Biblia y de los Padres, tal como viene diariamente ofrecida por la Liturgia eclesial. Es como si vivieran junto a los jardines de un parque muy hermoso, cuya puerta les estuviera cerrada. Estas lecturas espirituales son, en efecto, una antología difícilmente superable de textos de la Sagrada Escritura y de la Tradición eclesial. Como lectio divina, constituyen ese pan salido de la boca de Dios, que da cada día a los fieles luz y vida.
Así las cosas, en la presente obra ofrecemos a los cristianos –especialmente a los que ya rezan en el Diurnal laudes y vísperas– una ayuda práctica para que, aunque no recen el Oficio de Lectura en su forma litúrgica propia, puedan al menos tener acceso fácil a sus maravillosas riquezas. Bastará con que tengan una Biblia a mano para que, guiándose por la cita bíblica que consignamos, puedan ir leyendo los textos sagrados que la Iglesia da para ese día. Y la lectura de Padres correspondiente, transcrita de la edición de las Horas litúrgicas, la encontrarán en este Cuaderno. Por este medio tan humilde, quiera Dios iluminar a muchos fieles cristianos con el esplendor de su gloria, tal como ésta se nos revela en Cristo por medio de la Liturgia de la Iglesia.