Ya han pasado los tiempos en los que en los diccionarios de teología católica, o bien se buscaba en vano el término libertad, o bien sólo se hallaba en él una referencia al artículo ley. Hoy día, no sólo en la cristiandad, sino también en la Iglesia católica se tiene la plena convicción de que la libertad no puede ser para los cristianos una mercancía rara o un artículo de lujo para determinados sectores. La libertad es un derecho o, mejor dicho, la oportunidad de todo cristiano. La libertad es el presente de Dios a los hombres. La libertad es el gran quehacer del hombre al servicio de Dios.
En estas páginas se expone lo que esto significa en nuestros días:
Para cada cristiano en el mundo, en base al ejemplo de Tomás Moro, ¿qué significa vivir libres en el mundo según el Evangelio?
Para la Iglesia, ¿en qué consiste la verdadera libertad de la Iglesia con respecto al mundo y cómo ha de realizar la Iglesia para sí misma esta libertad?
Para la teología, ¿en qué medida y, sobre todo, para qué debe ser libre también la teología, de la que depende en alto grado la libertad de la Iglesia?
Para las religiones, ¿cómo puede la Iglesia mostrar
su libertad a las religiones del mundo y qué libertad puede comunicarles?
Para un papa (el caso del inolvidable Juan xxm),
¿en qué medida realizó éste ejemplarmente la libertad de un cristiano?
Los diferentes temas se interfieren, ¿qué sería, por
ejemplo, la libertad de los individuos sin la libertad de la Iglesia, o qué sería la libertad de la Iglesia sin la libertad de la teología y viceversa? Desde diferentes puntos de vista hay que iluminar la libertad cristiana, que debe extenderse a todo y surtir efecto en todos los sectores. Desde luego, en las páginas que siguen se hablará con diferente tono de acuerdo con los temas de las diferentes secciones: más personalmente cuando se trate de modelos concretos de libertad cristiana: Tomás Moro y Juan xxm; más materialmente, más en relación con la cosa misma, en las demás secciones, aunque en éstas la exposición objetiva de la problemática no tiene por qué excluir el sobrio ardor teólogo.
Con esto habrá quedado también claro desde ahora que el tema libertad no representa un tema marginal o uno de tantos temas del cristianismo. Aquí se trata del centro y núcleo mismo: el mismo mensaje cristiano es un mensaje de libertad. Y por esta razón desde el comienzo de este libro habrá que afrontar el riesgo de exponer algo que, en las innumerables cuestiones acerca de la religión y del cristianismo, se olvida con no poca frecuencia: ¿De qué se trata propiamente en el cristianisrno? ¿Qué es el mensaje cristiano'?
Ahora bien, aquí salta claramente a la vista que es precisamente la Iglesia la que tantas veces deja de atenerse a este su propio programa y más bien lo traiciona. Así no escasean quienes sacan la conclusión de que en interés de la libertad del cristiano hay que abandonar esta Iglesia, toda Iglesia. Por esta razón, para terminar toda la exposición, se responderá a la pregunta tan apremiante en nuestros días: ¿Por qué permanezco yo en la Iglesia?
Los siete capítulos de este libro se han compuesto en
el transcurso de siete años largos, en situaciones muy variadas. Si alguien quiere descubrir aquí alguna evolución, la hallará sin duda en el empeño por una creciente concentración en lo decisiva y distintivamente cristiano. De ahí un consejo para el lector. Los diferentes artículos no deben leerse indistintamente, de carretilla. Precisamente porque todo gira en torno al mismo centro y en un círculo se puede comenzar por donde se quiera, cada uno puede comenzar aquí por la sección que crea interesarle más. Si se pregunta al autor qué capítulo tiene él por el más importante, no cabe duda de que él indicará el primero. Sólo que quien no es teólogo comprenderá de la mejor manera las consecuencias de este capítulo básico cuando haya visto los desarrollos en las partes que siguen.
Tubinga, 15 de abril de 1972 HANS KüNG